¿Sabes qué? En la radio dicen que se acerca una tormenta, una de las gordas, con distancia y vida nueva de por medio, pero yo no les creo, todo son paparruchas que un paraguas y un bus arreglan. Aunque se puede decir que este es uno de los momentos más trágicos de mi vida. Lo clasifico por delante de la muerte de mi hámster manchitas y del chapuzón de mi iphone en el pilón de mi pueblo. Por eso, estoy aquí escribiéndole algo bonito a mi bonita EXveci, que me deja sola y abandonada en nuestra bonita urbanización. La nuestra fue una historia de huracanes, de malas ostias y mejores lecciones, de canciones, muchas, de unos cuantos flashes y de las risas de dos locas que encajaban a la perfección.
Tú. El minuto que sueño que tengo cuando me despierto. El impulso preciso que me ayuda a levantar el cuerpo. El ángel que cuida mi camino, la que cada día me da su total. Quiero que sepas que tu lado mi cielo tiene el doble de estrellas, que necesito tus manos para no perder el equilibrio. Y es que cada fin de semana llegas, llegas con esos andares tan tuyos, con esas tonterías variadas que me alegran la existencia. Entonces el día tiene unas cuantas nubes menos.
Nunca lo olvides, aceptaría cualquier reto que pudiese proponerme excepto olvidarte, dejarte u odiarte. Podría escalar el Everest si me asegurasen que en la cima estás tú, atravesaría un desierto si me dijesen que tú eres mi oasis particular. Despejaría la ecuación más complicada si me prometiesen que la incógnita eres tú. E incluso te ayudaría a pintar tu nueva habitación, solo por estar otro rato más contigo, aunque sepa que eso significa tenerte un poco más lejos. Pero sí, la historia sigue, y nuestro asalto al mundo sigue pendiente, aunque estés aquí o un poco más lejos.
Y es que ya sabes lo que dicen de los huracanes. Pasan, arrasan y se van.
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