lunes, 30 de enero de 2012

Podría matar monstruos por ti.

Todo molaba cuando tú estabas cerca y yo brillaba más que las luces de Madrid una noche de enero cuando estaba contigo. Durante ese mes de julio, perdidos en el fin del mundo, fui una persona distinta, divertida, encantadora, mi hiperactividad me volaba por los poros. Tú eras mi manera de sonreír, tú estabas en cada una de mis vueltas de alegría y en mis gritos de locura en cualquier sitio a las tres de la madrugada. Mi sonrisa se recreaba durante horas en la perfecta curva que formaban tus dientes mientras tus ojos escribían en mi tripa ese quéseyo tan agradable.

Decías que te gustaban mis camisetas cortas, mis largas pestañas y cómo pronunciaba la eses. Yo decía que un mes es muy poco tiempo y las humedades se me subían a los ojos. Y ahora, lo que daría por que mis bracitos inseguros pudieran rodearte una vez más o por tus pedorretas,risas,besos,cosquillas. Que esto va de lazos, lazos fuertes y kilométricos que unen norte y centro o tu boca y mi cuello, que para el caso es lo mismo. Y te preguntarás a qué coño vienen hoy todas estas tonterías. La verdad, no lo sé. Tú acento me martillea fuerte después de leerte y el recuerdo me sabe amargo y lejos, pero aún así sonrío como idiota cuando te paseas de imprevisto por mi cabeza. Es como un echar de menos raro, como repasar todo una y otra vez para que el olvido no nos nieble la vista. Los amores a distancia nunca tuvieron finales felices, dicen. Pero tu brazo siempre encajará en mi cadera y mi alegría con tu nombre. Aunque sea solo una vez más… o al menos, en mis sueños. 

tequiero D. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario