- Ey, ¿cómo andas?
- Demasiado rápido, para mis costumbres. ¿Y tú?
- Contando los dedos, para no tocarte. No vaya a ser que los labios vayan por delante.
- Te noto diferente, ¿algún kilo de más?
- La culpa, que me pesa.
- Vaya, lo siento, pensaba que entrenabas.
- Desde que no estás, cada movimiento es un engorro. Tú, en cambio, estás más delgada.
- Para la libertad, que me eleva.
M.