El otro día vi un desmayo en el metro,
y aunque lo diagnosticaron de infarto,
yo diría que la culpa es del tiempo,
- esa enfermedad del trueque
de las horas por los billetes-.
Ahora estoy sentada en el vagón,
mirando a los presos de las pantallas,
un valiente leyendo un libro
y 9 de cada 10 caras cansadas.
Mientras yo pensaba,
lo que molaría saber como congelar Madrid,
por un ratito al menos,
para robarle la prisa a febrero,
las corbatas a los del maletín
y las agujas a los relojes.
Puede que en otro país,
más lento y menos ciego,
el tiempo ya no se llame tiempo,
que lo hayan apodado vida
y que sea obligatorio aprender
lo que dura una buena risa.
Porque querida vida,
a veces pienso,
que aquí en Madrid,
hace frío y tiempo,
que no nos vemos.
domingo, 25 de marzo de 2018
domingo, 4 de marzo de 2018
Somos recuerdos con aires de vida nueva.
Te recuerdo a los quince
con los destellos de una infancia
entre pasillos de hospitales,
donde descubriste tu vocación
y comenzaste a escalar peldaños.
Te recuerdo a los dieciséis,
con una maraña de canciones de Pereza en el pelo,
las manos teñidas de pintura
y la sonrisa entre las nubes.
Te recuerdo a los diecisiete,
siempre con un par de libros a la espalda,
con una incertidumbre incipiente por el futuro
pero con unas cuantas cervezas de más
sobre la mesa.
Te recuerdo a los dieciocho,
y al mundo contento porque, joder,
eras tú quién iba a comérselo,
y no ibas a dejar ni un solo pedazo.
Te recuerdo a los diecinueve,
enseñándome la injusticia más allá de las fronteras,
paseando entre los paisajes de África
y con la solidaridad por bandera.
Te recuerdo a los veinte:
preciosa, feliz e inocente, como siempre;
mujer, incombustible y luchadora, como nunca.
Te recuerdo a los veintiuno,
como un verso que acabas de entonar
y que aún está en alguna calle de Malasaña
en busca de la siguiente estrofa.
Hoy te veo con veintidós,
y entiendo por qué nos decían eso de piel de huracán:
la mariposa debió batir sus alas hace tiempo,
pero nosotras no hemos dejado de girar.
Estrechamos lazos,
nuestras sonrisas se vuelven a encontrar
y te doy un abrazo:
aquí estamos, con una vela de más
y brindando por nuestra amistad.
Te imagino con treinta,
en cualquier parte del mundo.
Te imagino con cuarenta,
llegando a ser pionera
en alguna investigación médica.
Te imagino con cincuenta,
con esas pequeñas arrugas
símbolo de la felicidad
que impregnas.
Y también te imagino con sesenta
con varios cuadros pintados por ti
en una habitación con olor a la vida plena
que siempre quisiste.
Te recuerdo y te imagino,
pero siempre,
al otro lado,
estoy yo contigo.
Felicidades,
M.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)