La inspiración llegó a borbotones,
tras la estampida.
No recordaba haberle abierto la puerta,
hasta que se coló en la casa
y las paredes quedaron cubiertas de tinta.
No tuve tiempo de recoger los restos del incendio.
Las inseguridades colgaban de un lado de la cama,
con un par de promesas a medias,
enredadas en las sábanas
- mierda, ahora tendré que cambiarlas -.
Las mentiras las acumulé en un cajón
sin preocuparme demasiado
por si algún día revienta
y dejé encima de la mesa
un folio en blanco
donde esparcir la nostalgia
y que el recuerdo
trabaje por su cuenta.
Será el frío que aprieta,
el invierno que no alberga reservas
y la mosca,
siempre detrás de la oreja.
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