Leí una vez que enamorarse en verano es de valientes, qué quién no teme la cuesta de Septiembre y la vida entre trenes, y algún que otro beso olvidado entre los dientes.
Pensé una vez que enamorarse en verano, es humano, y que no existe, por mucho que nos agarremos a las mantas que nos separan del invierno, calor mejor que el de unas manos
y el sol, que compite conmigo cuando busco un escalofrío por acariciarte la piel.
Escribí que ambas teorías son compatibles. Y que el miedo y la ilusión caben en una misma línea.
Memoricé que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, y me faltaban dardos que tirarte a la cara
cuerda para atarte a mi cama
Te dije una vez, a oscuras, también para nuestras pupilas, que este arte de amar sabe a todo, menos a olvido
y a tierra seca
Que nuestro amor olía a mar
Y no por su certeza, si no por su
inmensidad
¿cuánto amor cabe en una cama de noventa?
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