martes, 21 de febrero de 2012

I´m wearing my best smile

Y es que había aprendido mucho, más de lo que ella pensaba. A base de excesos, de ostias al correr,  de chicos,personas,vicios que no la convenían. Y fue mucho lo que aprendió. Aprendió a echar de menos. Aprendió lo que es estar triste. Lo que es la ilusión y también, la desilusión. Que una buena guitarra en manos de quien no la sabe tocar, desafina hasta que duelen los oídos. Llorar ya sabía, lo de reír lo dominaba a la perfección, pero aprendió cuándo tocaba cada cosa y que lo primero solo desahoga, no consigue aportarte mucho más. Pronto tuvo algo en lo que creer. Sería mil historias y el verbo en carne viva. Un día escuchó “esto se ha acabado” y pensó que era lo peor que le podía pasar. Lo que no sabía era que la soledad de después era más dura todavía. Aprendió a “mandarlo todo a la mierda”, a “mandarLE a la mierda”. En realidad no sabía nadar, pero aprendió porque no se quería ahogar. Y a escupir, eso le gustó mucho, pero pronto supiste que tragar también era importante: tragar ganas, lágrimas y palabras. Entonces un día empezó a nadar con fuerza, a contracorriente y feliz en cada brazada. Entonces ese día comenzó a quererse a sí misma, a cuidarse y valorarse… y no necesitó nadie que lo hiciera por ella.

Y hoy se ve guapa, con sus medias de rejilla y su jersey amarillo limón, como si las ganas hubieran vuelto a llamar a la puerta y ella la hubiera abierto con la sonrisa puesta. 


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